
Manuel Escalona es arquitecto egresado de la Universidad Simón Bolívar, sus primeros años como profesional se enfocaron en el área de la administración pública. Poco tiempo después fue seleccionado por la embajada de Corea del Sur para estudiar su maestría en dicho país. Hoy en día lleva 4 años viviendo en Seúl, ciudad donde realizó su máster en Regeneración Urbana en una de las tres mejores universidades de “El gran pueblo de Han”, como también se le conoce a esta nación.
Fotografías Manuel Escalona
Manuel se ha enfocado en los asentamientos pobres, lo que lo llevó a realizar estudios comparativos en técnicas de regeneración urbana entre ciudades coreanas y latinoamericanas, además de investigaciones relacionadas con la integración de la sostenibilidad y ciudades inteligentes dentro de este campo. Es una perspectiva tan interesante y novedosa que me animó a contactarle y para conocer más de lo que está haciendo y, por supuesto, enterarme un poco más sobre su vida en la metrópolis en la que ahora vive y hacer el ejercicio de visualizar cómo se aplicaría su propuesta en los asentamientos latinoamericanos, con especial énfasis en Caracas.
– Manuel, arquitecto y oriundo de Los Teques, con amplio conocimiento de Caracas, ciudad que te albergo durante tus estudios universitarios, ¿podrías describir la cultura de la ciudad capital de Venezuela y su reflejo en la morfología urbana y sus hitos arquitectónicos?
Caracas Caracas…. ¡Qué decir sobre la ciudad! Ciudad de contrastes … e imaginarios. Caracas es una ciudad llena de ambivalencias, de mezclas, como creo que sucede en muchas ciudades latinoamericanas. Digo “creo” pues no poseo gran experiencia viviendo en otras ciudades de Latinoamérica. La cultura de la ciudad de Caracas es un reflejo de nuestra sociedad: Por fuera un caos, como es vista por los foráneos. Pero si nos adentramos en ella podemos encontrar un orden, un lenguaje, una dinámica que se transforma en un código, casi secreto para el extraño. Un código que te dice cómo actuar, cómo caminar, cómo hablar, aparentar no estar perdido – aunque lo estés (risas) – y hasta cómo cruzar la calle. Y es que en Caracas te toca mirar a ambos lados de la vía, aunque esta sea en una sola dirección y el semáforo este en verde para el peatón (más risas).
En el día a día de la ciudad sus hitos arquitectónicos forman parte del imaginario. No solo por la historia detrás de ellos, sino porque pueden representar un punto de referencia en la vida diaria; que va más allá de la situación geográfica o direcciones porque tiene su importancia para el desarrollo de las actividades que los ciudadanos realizan en su vida. Y en esto no solo están hitos arquitectónicos. Aquí también debemos de incluir hitos naturales como el Ávila, lugar de referencia para el ejercicio físico, y hasta el mismo río Guaire, esa gran herida abierta -por su potencial no aprovechado- que cruza nuestra ciudad de este a oeste.
– ¿Qué te impulsó a tomar una especialización en Regeneración Urbana y cuál es la importancia de esta temática sobre las ciudades?
Bueno como sabrás mi interés en la ciudad creció con mis estudios en arquitectura, durante los últimos años de la carrera. Los distintos cursos enfocados en el diseño y la planificación urbana me despertaron interés en profundizar mis conocimientos en estas áreas, pero hasta ese momento no sabía en qué específicamente. Luego, durante los proyectos realizados en mi ejercicio profesional, empezó a crecer en mi una gran atracción, no en la creación de nuevos espacios urbanos mediante la expansión, sino en la regeneración de los existentes.

– Si bien es un punto complejo comparar ciudades, aún más ambiguo es contrastar ciudades asiáticas con ciudades latinoamericanas. ¿Se convierte en un reto de interés comprender los indicadores tomados para establecer los puntos focales? ¿Podrías indicarme qué tienen en común Seúl y Caracas? O desde una perspectiva general, ¿qué asocias de las ciudades Latinoamericanas con las coreanas?
Creo que algo que veo entre Seúl y Caracas en términos de desarrollo urbano, hasta cierto grado, es que ambas ciudades comparten algo dentro del desarrollo que han tenido, pero dicha historia está contada al revés (risas). Seúl hoy en día vendría a representar lo que era Caracas en su época de oro en los años 50-70: Una ciudad vibrante y en expansión, que se ha convertido en un modelo de desarrollo urbano. Mientras, Caracas hoy vendría a ser lo que era Seúl en la misma época -salvando ciertas distancias relacionadas con lo que sería una ciudad después de la postguerra – una ciudad que, en términos urbanos -sociales, económicos, de infraestructura, etc., lucha contra una crisis extendida que la ha ido llevando poco a poco a su degeneración en muchos aspectos.
– Caracas es una ciudad de múltiples contrastes, especialmente en sus asentamientos informales. Si nos tocara plantear una regeneración urbana dentro de estos lugares tan complejos, ¿cuál sería el punto clave a trasladar de Seúl a Caracas?

En este punto es un poco complicado el trasladar las acciones tomadas en Seúl a una ciudad como Caracas. Principalmente porque las medidas tomadas sobre los asentamientos informales que se tomaron en el pasado en ambas urbes son contrastantes. En Caracas, a partir de la década de los años 60, los asentamientos informales comenzaron a crecer sin ningún tipo de control, o por lo menos muy poco. Mientras, en Seúl este tipo de asentamientos fueron poco a poco demolidos y sustituidos por grandes bloques de apartamentos. Hasta el punto de que en la actualidad queden poco, por no decir casi ninguno.
Como sabemos, debido a la magnitud y las estructuras socioeconómicas que se han desarrollado en los asentamientos informales de nuestra ciudad, no veo posible en la actualidad tomar las acciones que se tomaron en Seúl décadas atrás.
Así que en término de las acciones que se presentan hoy en Seúl, quizás se puedan trasladar los planes que la ciudad está tomando para regenerar ciertos vecindarios que debido al tiempo han venido cayendo en cierta decadencia. De ellos podemos resaltar dos puntos: El mejoramiento del espacio físico, basado en la creación de proyectos de calidad, mediante grandes procesos de inversión, los cuales son -o aparentan ser- independientes de los beneficios del mercado. En otras palabras, se puede notar la inversión en estos barrios pobres, a pesar de que la mayoría de los que allí viven puede no ser parte de la población activa. El Estado busca crear una mejora sustancial en la calidad de vida y para ello no “escatima” en gastos. Lo segundo es que no solo se enfoca en la parte física de los procesos de regeneración, sino que esto va de la mano con el desarrollo de programas sociales, culturales y económicos, que impulsan de una forma mucho más profunda ese mejoramiento en la calidad de vida, ejemplo de ello tenemos: Centros comunitarios para ancianos en casi todos los distritos, centros culturales y bibliotecas donde se imparten distintos programas de enseñanza, programas para ayudar a negocios locales -con la ayuda de expertos- y promoción de emprendimientos.
Creo que se debe entender que, si se quiere regenerar los asentamientos informales en la ciudad de Caracas, el camino es generar inversiones que ayuden a un mejoramiento sustancial y de calidad de los espacios presentes en ellos. Y esto debe ir de la mano con proyectos sociales que profundicen dichos cambios en la sociedad. Pintar la cancha del barrio, las fachadas de las casas o mejorar el alumbrado de una calle, aunque ciertamente son acciones que pueden tener un impacto, no van a mejorar en gran manera y menos a largo plazo la calidad de vida en dichos asentamientos.

– ¿Cómo empalmarías ciudades inteligentes, por un lado, y regeneración urbana, por el otro, dentro del contexto caraqueño?
Bueno el concepto de ciudades inteligentes tiene muchos enfoques hoy en día, pero de estos el más conocido es aquel que involucra el desarrollo de infraestructura y otro tipo de proyectos -sociales, económicos, ambientales, etc., en los que la tecnología y conceptos como IoT (el internet de las cosas) sirven de medula espinal para aumentar su eficacia e impacto. Para Caracas creo que se debe reorientar la visión del desarrollo y la regeneración urbana hacia las ciudades inteligentes. Se debería además incluir “sustentables”, pues estos dos conceptos no siempre están ligados al 100%. Esto podría asegurar su crecimiento de una forma positiva y adaptada a la actualidad. La visión de ciudades inteligentes nos ayudaría a atacar los problemas de una forma mucho más específica, generando soluciones que no sean generalista sino detalladas y que nos aseguren mejores resultados a largo plazo.
– Desde tu experiencia como migrante, ¿podrías señalarme tres aspectos que encontraste en Seúl que te gustaría llevar a Caracas?
Bueno, desde mi punto de vista profesional y la vez muy personal, hay tres puntos principales: Primero: ¡Seguridad, seguridad, seguridad! Seúl – y quizás Corea en general – es una de las ciudades más seguras del mundo. Su sistema de cámaras de vigilancia, tanto en el ámbito público como privado, la educación ciudadana -sobre todo en términos del respeto al otro y el entendimiento del individuo como parte de algo mayor que es el grupo -, y su misma infraestructura le permite una rápida acción en caso de emergencias. En verdad es una ciudad envidiable en términos de seguridad. Tanto que tú puedes estar en un café, dejar tus cosas en la mesa – laptop, celular, billetera todo – regresar una hora después y todo seguirá allí. Nadie habrá tocado nada; y esto mismo sucede en todos los espacios – claro está, no significa que en algún momento pueda suceder un robo, pero es muy poco probable.
Segundo: El Transporte público, habiendo trabajado en esta área, es otra de las principales cosas que si pudiese me lo llevaría tal cual a Caracas. Todavía recuerdo que cuando estudiaba en Caracas ir de mi casa a la universidad, una distancia de 40 km, me podría tomar más de dos horas solo el viaje de ida y un tiempo similar para regresar. ¡O las horas pico en el metro! Seguro me tocaba esperar por horas un bus. En fin… volviendo a Seúl, creo una de las cosas que más puedo destacar es la eficiencia e integración del transporte, tanto superficial como subterráneo. A diferencia de Caracas, en Seúl el sistema responde a un solo instituto; a pesar de que, por ejemplo, en el caso del transporte subterráneo ciertas líneas pueden estar manejadas por distintas empresas. Creo que eso es una de las claves de la eficiencia. El usar una aplicación y saber el tiempo exacto -pocos minutos más o menos- que te tomara llegar a tu destino, solo usando el transporte público, e incluyendo hasta el tiempo que te llevaría aquellas partes donde deberás de caminar, es algo que todavía me sigue impresionando.
Tercero: La calidad del espacio público. Amo caminar y descubrir la ciudad a pie. Así que, como un apasionado de los espacios al aire libre y las actividades culturales, creo que el tercer elemento que trasladaría de Seúl a Caracas son sus espacios públicos, sobre todo sus parques que te permiten un contacto con la naturaleza. Estos desarrollos de infraestructura, que para ser sincero me impresionan profundamente, es algo que me encantaría ver nuestra capital. La calidad arquitectónica, su mantenimiento y la sensación de seguridad que tienes en ellos te permite poder disfrutar de estos plenamente.

– La migración permite valorar los aspectos cotidianos de la vida. Si hoy te tocara señalar tres cosas a rescatar de Caracas, ¿cuáles serían y, según tu perspectiva, ¿cuál sería el valor agregado que aportaría cada una a la ciudad?
Mmm… quisiera recalcar dos aspectos que, más que estar relacionados con la ciudad, están relacionados con la cultura en general. Uno de ellos es el trabajo duro, esto no significa que en Corea no se trabaje, de hecho, se trabaja mucho. Aquí lo que quiero apuntar es que muchas veces desde afuera (países desarrollados) -y en algunas ocasiones nosotros mismos – se señala que la razón para nuestra situación como sociedades latinoamericanas es la falta de esfuerzo y trabajo. Y justo en este punto es que me permitiré discrepar. A pesar de que nuestra situación tiene muchas causas, no creo que la falta de trabajo duro este dentro de una de ellas. No podría decir que una madre soltera, de escasos recursos económicos, que vive en una barriada y que se levanta a las 3 o 4 de la mañana para prepararse para ir a trabajar, y que pasa luego las mismas 8 o 9 horas de jornada laboral que quizás tiene una persona con condiciones sociales y laborales distintas se esfuerce menos que esta última. De hecho, a mi parecer que se esfuerza mucho más porque, al final, los trabajadores en Latinoamérica no solo cumplen con sus obligaciones laborales, sino que la mayoría de ello tiene que afrontar con mucho ingenio y paciencia cada una de las contingencias comunes de nuestro día a día: No tener agua potable, poca confiabilidad en los sistemas de transporte, fallos de energía eléctrica, inseguridad, etc. Todos esos problemas en su conjunto hacen que invirtamos una buena parte de nuestra energía en sobrellevar los acontecimientos del presente, bloqueando un poco nuestra visión y posibles esfuerzos para el futuro.
Por eso creo que somos sociedades trabajadoras, altamente resilientes en las que nuestra capacidad de adaptación es uno de los principales puntos a favor. Lo que hay que entender es que es fundamental crear las condiciones básicas para poder reorientar ese esfuerzo de manera eficiente para la creación de un mejor futuro. No es mejor el que más trabaja para llegar una meta, sino aquel que de manera eficiente y hasta con menor esfuerzo llega al mismo punto y lo sobrepasa.
El segundo punto se basa en nuestras relaciones sociales. La cultura occidental está un poco más orientada hacia la individualidad. Mientras, en la latinoamericana la interacción personal con el otro juega un papel fundamental en el desarrollo social. En el caso asiático ese respeto y entendimiento del individuo como parte del grupo, se traduce no en términos de interacción personal o social con otros ciudadanos, sino más bien en términos de cumplir tu rol dentro del grupo y en la percepción de que al cumplir tu rol y seguir las normas grupales, tú y todos los que te rodean estarán bien.

En el caso latinoamericano el desarrollo de redes de interacción social entre los individuos forma una parte fundamental de nuestras culturas, en nuestro caso no se trata solo de reconocer al otro como un elemento del grupo, sino de saber quién es él como individuo. Estas características, que desarrollamos desde pequeños debido a nuestro entorno, nos permiten ser más empáticos con otros ciudadanos, lo que se refleja en situaciones en las que el otro tiene una necesidad y tendemos a ayudarle. En muchas ocasiones los latinoamericanos somos los primeros en responder, cuando en otras culturas los ciudadanos se apegan a procesos en los que la responsabilidad de primera es dejada a las instituciones oficiales.
Un último aspecto para destacar de la vida cotidiana, aunque no está relacionado con el ámbito urbano per se, es el clima y la naturaleza. El valle de Caracas ha sido bendecido con una naturaleza y un clima templado, que estoy seguro es la envidia de muchos, sobre todo en aquellos países caracterizados por sus bajas temperaturas durante el invierno o sus altas temperaturas y niveles de humedad en el verano, como es el caso de Corea.

– Para finalizar, ¿podrías indicarnos tres acciones a considerar como ciudadanos para mejorar las condiciones y calidad de vida en las urbes latinoamericanas?
Entender que: ¡Sí! Somos individuos, pero también somos parte del grupo y que el respetar al otro, poner en práctica esa frase de tus derechos llegan hasta donde comienzan el derecho de los demás, puede ayudar a que mejores mucho. Y esas es una de las principales diferencias entre nuestra región y esta región. En occidente tendemos a ser más individualista, la persona, el individuo, es lo primero; mientras que en esta región el grupo prevalece sobre el individuo. Esto último, desde mi punto de vista, es lo que a los coreanos les ha permitido pasar de ser una nación sumergida en la pobreza – luego de un largo tiempo de colonización, seguido por una guerra – en una de las naciones con el desarrollo urbano más importante de Asia en menos de 60 años.
Nos esforzamos y trabajamos, pero nuestro enfoque debe estar más hacia el desarrollo futuro que en la solución rápida y momentánea de las situaciones actuales. La gran mayoría de los problemas que nos afectan implican soluciones y esfuerzo a largo plazo. Se trata de una carrera de resistencia y no de velocidad, por lo que debemos ser mucho más eficientes en dónde y cómo estamos enfocando nuestras energías.
Finalmente, inversión, inversión e inversión. Creo que aquí aplicaría algo que le escuche decir a alguien: Debemos ahorrar mucho en cosas pequeñas y poco en lo importante. Para los efectos de estas reflexiones, lo podríamos entender como dejar de gastar dinero en pequeñeces, en el acto, en el show, en el arreglo superficial, y empezar a profundizar y ampliar la inversión de nuestros recursos de manera consciente en proyectos que, quizás no resuelvan el problema en uno o dos días, pero seguro hará que dichos problemas no vuelvan a aparecer en años. De nada vale pintar 400 autobuses en un año para que luzcan como nuevos, cuando la realidad es que tienen más de 20 o 30 años y no funcionan al 100%. Quizá se podría comprar solo 100 en un año y en 4 años tendrás una flota completa de autobuses nuevos. La inversión puede que sea mayor pero también lo serán los beneficios. Las inversiones deben de ser inteligentes y sostenibles, pensando en el futuro.
Sobre la autora de esta entrada
Edgarly Rondon.-
Urbanista egresada de la Universidad Simón Bolívar- Venezuela, con formación multidisciplinaria en áreas como economía urbana, planificación y diseño urbano, entre otros. Actualmente reside en Argentina. Mira su perfil en Linkedin, haciendo clic aquí. Contacto: redgarlyr@gmail.com
Sobre el entrevistado
Manuel Escalona.-
Arquitecto egresado de la Universidad Simón Bolívar – Venezuela, con experiencia en el diseño de anteproyectos y visualización arquitectónica. Actualmente reside en Corea del Sur. Mira su perfil en Linkedin, haciendo clic aquí. Contacto: manuel.escalona45@gmail.com




