El principio de esta historia se encuentra en la Alemania de Adolfo Hitler y mucho antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Va prácticamente en paralelo con el inicio de la persecución de los judíos por parte del régimen nazi.
En este episodio la Chica X y el Sr. Neto recuerdan la otra cara de los programas raciales que impulsó Hitler. Una en la que la meta era crear vida, todo lo contrario a lo que ellos querían hacer con los grupos humanos que veían como amenaza. Y aunque a simple vista la idea pareciera ser mucho menos cuestionable, en realidad sus esfuerzos para procrear al hombre perfecto, arios de sangre pura, resultaron en un espantoso experimento con un final tan trágico como el que tuvieron las víctimas del holocausto.

Aquí te dejamos el podcast de la transmisión en vivo a través de la aplicación de CICA Radio Internacional. Debajo, dispones de un artículo con los elementos claves de este tema, incluyendo un documental de los años 90 transmitido por la cadena estadounidense ABC. Haz clic sobre cada título para desplegar su respectivo contenido. Si estás navegando en tu celular, es posible que la pantalla te lleve al final del artículo. Solo sube hasta el punto en que te quedastes. Finalmente, como siempre, cerramos el artículo con el vídeo de la transmisión en vivo a través del canal Youtube de CICA. Disfrútalo.
La persecución de los judíos por parte del régimen nazista comenzó el 1 de abril de 1933 cuando ingenieros, doctores, abogados, maestros, y comerciantes judíos fueron privados del privilegio de ejercer su profesión u oficio en posiciones de nivel superior. Estas fueron reservadas para los alemanes “arios” con Ley para la Restauración de Servicio Profesional Civil. Para 1935, las cosas empeoraron cuando les prohibieron ingresar en la Wehrmacht, o fuerzas armadas, y apareció propaganda anti-judía en tiendas y restaurantes. Lo que continúo – los guetos, los campos de concentración y la solución final – es historia, una de las más crudas de la humanidad.
La “Ley de Ciudadanía del Reich” y la “Ley para la Protección de la Sangre y el Honor Alemanes”, ambas del 15 de septiembre de 1935, no solo sirvieron de soporte jurídico para hacer una “limpieza” racial mortal en ese país. También fueron la base para crear, por decirlo de alguno forma, vida “aria”. Y es que no era suficiente acabar con los grupos humanos considerados peligrosos para la supremacía del pueblo alemán de “sangre pura”. Los nazis se trazaron también la meta de cosechar la raza aria a través de la “Asociación Registrada Lebensborn”.
La Lebensborn – que en español significa Fuente de Vida – fue oficialmente fundada el 12 de diciembre de 1935, como respuesta a la declinación de las tasas de nacimiento en Alemania y con el fin de promover las políticas de eugenesia nazis. La organización tenía su sede en Múnich y fue en parte una oficina dentro de las Schutzstaffel, mejor conocida como las SS. Era el brazo ejecutor de ciertos programas de bienestar familiar y de proveer incentivos para fomentar en los alemanes, especialmente los miembros de las SS, tener más hijos. Pero el asunto iba más allá, debía luego preparar a esos niños para convertirse en auténticos y eufóricos líderes nazis.
El 13 de septiembre de 1936, Himmler, el oficial de más alto rango dentro de las SS, escribió lo siguiente: La organización «Lebensborn e. V.» sirve a los líderes SS en la selección y adopción de niños calificados. La organización «Lebensborn e. V.» se encuentra bajo mi dirección personal, es parte de la agencia central de raza y colonización, y tiene las siguientes obligaciones:
- Ayuda a familias racial y biológica-hereditariamente valiosas.
- El alojamiento de madres racial y biológico-hereditariamente valiosas en casas apropiadas, etc.
- Asistencia a los niños de tales familias.
- Asistencia a las madres.
Es el deber honorable de todos los líderes de la agencia central convertirse en miembros de la organización Lebensborn e. V. La solicitud de admisión debe ser completada antes del 23 de septiembre de 1936.
Tres años después, la membresía ascendía a 8.000, de los cuales 3.500 eran líderes de las SS con membresía obligatoria. La organización dirigía instalaciones, primordialmente casas de maternidad, donde las mujeres daban a luz o recibían ayuda sobre cuestiones familiares. El programa aceptaba a mujeres solteras que estuviesen embarazadas o que ya hubiesen dado a luz y estuviesen necesitadas de ayuda. La única condición para la asistencia era que tanto la madre como el padre del niño fueran considerados racialmente valiosos. Cuando no se trataba de miembros de las SS, los padres y madres de los niños eran normalmente examinados por médicos de las SS antes de ser admitidos. Solo las mujeres de cabello rubio, de ojos azules, sin defectos genéticos y con ciertas medidas físicas específicas podían ser aceptadas en el programa.
El primer hogar Lebensborn, conocido como Heim Hochland, abrió en 1936 en Steinhöring, un pequeño pueblo no muy lejos de Múnich. Luego se inauguraron otros nueve centros en el territorio del Führer. En la medida que los nazis iban invadiendo otros países de Europa, comenzaron a exportar su modelo de granja humana a algunos de esos territorios. El primero se abrió en Noruega en 1941, un año después de su ocupación. Le siguieron Bélgica y Francia. Llegaron a planificar abrir otros centros en Austria, Polonia, Dinamarca, Holanda y Luxemburgo, pero no llegaron a hacerlo.
En el noreste de Europa, la organización, además de los servicios proveídos a los miembros de las SS, se involucraron en la reubicación de niños, mayormente huérfanos, a familias en Alemania. Con el tiempo, se descubrió que muchos de esos niños en realidad habían sido secuestrados por los nazis simplemente porque tenían todas las características de la raza pura que tanto les obsesionaba.
En esta insólita historia se hace un especial énfasis al enfoque que los nazis tuvieron con Noruega. Allí llegaron a abrir 8 centros, casi que la misma cantidad que tenían en Alemania. ¿Y por qué? Pues porque Himmler consideraba a los nórdicos con el máximo estrato de superioridad dentro de la raza aria. Y fue justo en el momento que Lebensborn se consolida fuera de Alemania que salió de su primera fase a la segunda y tercera.
Es decir, en un principio fueron asistidas las mujeres de los altos oficiales de las SS quienes ingresaron en las maternidades. Allí, entre bosques, rodeadas de un ambiente tranquilo y tratadas por los mejores especialistas, las esposas de los oficiales pasaban su embarazo y la lactancia de sus niños. Pero como los nazis estaban desesperados por sobrepoblar la tierra con elementos de la raza aria, entonces Himmler obligó a los miembros de las SS a tener al menos cuatro hijos, sin importar que estos fueran dentro o fuera del matrimonio. De esta manera, y siguiendo una directriz que ellos llamaban de «obra social», las maternidades se fueron llenando de jóvenes solteras embarazadas, que eran admitidas siempre que pudieran demostrar los antecedentes arios de los hombres que las habían embarazado. Esto fue la segunda fase.
La última etapa explotó precisamente en Noruega donde se propició la entrada de jóvenes «voluntarias» que fueran portadores del «elemento nórdico» buscado por el Führer para su regeneración racial. Todas las que se presentaron pasaron por unas exigentes pruebas realizadas por anatomistas y antropólogos de la Oficina de la Raza que no permitía fisuras. Las chicas admitidas para el programa tenían entonces un encuentro con un miembro de las SS, designado por el programa. El Tercer Reich le aseguraba a este oficial que se haría cargo del niño si no deseaba casarse con la madre o si ya estaba casado.
Al confirmarse el embarazo, la joven permanecía en el centro de Lebensborn hasta dar a luz y cumplir con un periodo de lactancia. Pasado este tiempo, si la madre mantuvo su condición de soltera, entregaba su hijo a la organización y este a su vez los daba en adopción a familias de las SS, en algunas ocasiones, para que pudieran cumplir su «cupo» de mínimo 4 niños. Estas “voluntarias” eran posteriormente recompensadas con trabajos administrativos, tales como telefonistas o secretarias, en departamentos locales de las SS.
Del terrible experimento en Noruega, solo en el primer hogar inaugurado, nacieron más de 8.000 niños. ¡Imagínense la productividad de estas granjas humanas cuando en el territorio de los vikingos abrieron otros siete centros más! La cifra se pierde de vista.
Es un hecho histórico que la mayoría de los noruegos, al igual que el resto de los ciudadanos de los países ocupados, aborrecían a los nazis. En consecuencia, las jóvenes que sirvieron de voluntarias en ese programa de procreación masiva fueron vistas como traidoras. Ni siquiera se pudieron salvar de ese odio aquellas que fueron obligadas a ser parte de plan. Por extensión, también sus hijos quedaron en el ojo del huracán por llevar en parte sangre de los alemanes nazis. Cuentan que cuando explotó la Segunda Guerra Mundial, en la sociedad noruega solo ansiaban la caída de los nazis para poder cobrar sus ofensas a las “putas de los alemanes”, como les decían.
Peor aún, el gobierno noruego en el exilio en el Reino Unido, en varias emisiones de la BBC, aseguró que al marcharse los alemanes las cosas podrían ponerse desagradables para las madres de estos niños: «Hemos emitido una advertencia anteriormente y lo repetimos aquí sobre el precio que pagarán estas mujeres por el resto de sus vidas: todos los noruegos las despreciarán por su falta de moderación».
Las advertencias efectivamente se cumplieron al acabar la guerra. Unas 14.000 mujeres fueron llevadas a campos de trabajos forzados durante año y medio, donde muchas fueron violadas. La peor parte la llevaron sus hijos, etiquetados primero como “chicos nazis» y luego como “niños de la guerra”. Muchos acabaron en orfanatos donde fueron maltratados y sufrieron abusos sexuales. Otros fueron clasificados como «retardados» y encerrados en clínicas mentales, bajo la teoría que sus madres debían haber estado locas para tener un hijo con un alemán. Un destacado psiquiatra informó que una gran proporción de los 8.000 niños registrados oficialmente portaban genes malos y, por lo tanto, sufrirían retraso mental. Como resultado, cientos de niños fueron encarcelados por la fuerza en instituciones mentales. Aquí a menudo eran maltratados, violados y les fregaban la piel hasta que sangrara. La mayoría abandonaron los orfanatos y las clínicas mentales cuando cumplieron la mayoría de edad. Pocos, muy pocos de estos inocentes corrieron con la suerte ser adoptados.
Entre los innumerables testimonios de estos niños acosados destacan los del orfanato de Bergen, quienes llegaron a ser sacados a desfilar para que la gente los azotara y escupiera. A otros les arrojaron ácido en la piel para «quitarle su olor nazi». También se cuenta que, cuando terminó la guerra, el gobierno noruego llegó a barajar la idea de deportar a los niños a Alemania. Un periódico local hasta expresó el temor de que los niños Lebensborn tuvieran “el germen de algunas de las características masculinas típicas alemanas que el mundo ha visto más que suficientes». Aquello no prosperó simplemente porque los aliados vetaron la idea. Años más tarde el gobierno volvió a considerar la misma idea de la deportación, pero esta vez la idea era llevarlos junto a sus madres a Australia, aunque finalmente tampoco se concretó. El asunto fue cayendo en el olvido, llegando a ser desconocido para una gran parte de los noruegos.
El grupo sueco de música pop ABBA no solo fue una revelación en el Festival de la Canción de Eurovisión 1974. También fue, por decirlo de alguna manera, la chispa que revivió el tema de los niños de la vergüenza en Noruega. Y es que uno de sus cuatro miembros, Anni-Frid Lyngstad, mejor conocida como “Frida”, era un producto de esas granjas humanas impuestas por los nazis en la tierra de los vikingos.
Frida nació en Ballangen, Noruega, cinco meses después de terminar la Segunda Guerra Mundial, como resultado de una relación entre Synni Lyngstad, su madre, con el sargento alemán Alfred Haase. Ella es una «bastarda de los alemanes», otro de los tristes apodos que les dieron a los nacidos dentro del Proyecto Lebensborn.
Luego de dar a luz, Synni y su madre fueron tratadas de traidoras y tuvieron que migrar a Suecia. Afortunadamente, les permitieron llevarse a la recién nacida Frida. Allá afrontaron toda clase de penurias, incluyendo la prematura muerte de Synni. Entonces Frida quedó a cargo de su abuela y le tocó una adolescencia muy solitaria. Siendo muy joven, tuvo matrimonio que terminó tristemente en divorcio. Decidió entonces comenzar de nuevo en Estocolmo en lo que realmente quería ser: cantante. Allí conoció al que se convirtió su segundo marido y también integrante de Abba, Benny Andersson.
Entre 1973 y 1981 la agrupación sueca fue furor mundial. Vendieron discos a rabiar, unos 400 millones de copias en todo el mundo. Su poder llegó a ser tan grande que se posicionó en el segundo puesto como grupo económico del país, solo superados por Volvo. Fue en este contexto que Frida ventiló su origen y aprovechó su fama para llamar la atención sobre la situación de los niños sobrevivientes de aquel horroroso proyecto nazi. Gracias a esto fue que salieron a la luz otras historias impactantes y aleccionadoras en el contexto de la segregación y violencia que continúo después de la caída de los nazis.
Aquellos productos de las granjas humanas ahora eran adultos estigmatizados sociológica y psicológicamente; pues al ser liberados tras cumplir la mayoría de edad ya habían perdido cualquier posibilidad de una educación adecuada. Su presente era oscuro… tanto como su futura vejez. Para respaldar esta afirmación, aquí les dejamos un documental emitido en el programa «20/20», producido por la cadena de televisión estadounidense ABC, reproducido a su vez por el canal de cable A&E Mundo hacia fines de la década de 1990. La producción audiovisual no solo explica varios detalles del proyecto Lebensborn tanto en Alemania como en Noruega, sino que recoge el testimonio de algunos de eso “bebés perfectos”. Todos coincidieron que, cuando llegaron a adultos, comprendieron el peso de un indeseado derecho de nacimiento.
En cuanto a la cantante Frida del grupo ABBA, definitivamente ella no solo superó los traumas de su niñez. También supo salir adelante tras su segundo fracaso matrimonial y el declive del cuarteto musical. Se volvió a casar en 1992, esta vez con Su Alteza Serenísima el Príncipe Heinrich Ruzzo Reuss Von Plauen, un miembro de la familia real alemana con más de un milenio de abolengo a sus espaldas. Entonces ella pasó a ser Su Alteza Serenísima la Princesa Anni-Frid Reuss, condesa de Plauen.
En 1999 quedó viuda, y hoy a los 74 años vive en la estación de esquí suiza de Zermatt y posee una fortuna valorada en 250 millones de dólares, una de las mayores de Suiza. En 2004, grabó una canción “The Sun Will Shine Again”, compuesta por su gran amigo Jon Lord, al que le rindió homenaje en la edición de 2013 de Zermatt Unplugged. En diciembre de 2014 sacó una nueva canción, «1865», en honor al monte Cervino y su autobiografía. Se le vio en las premieres del musical Mamma Mia, en compañía de otro integrante de ABBA, Björn Ulvaeus. A pesar de estas reapariciones musicales, en realidad Frida no tiene una vida pública muy activa que se diga, salvo algunas apariciones en galas benéficas. Ella se ha dedicado por completo a obras de caridad, en especial, temas ambientales y la prevención de drogas.
Adicional, recomendamos la película La Ola (título original: Die Welle). Este film alemán, proyectado en 2008, se basa en el experimento de La Tercera Ola, diseñado para demostrar que incluso las sociedades libres y abiertas no son inmunes al atractivo de ideologías autoritarias y dictatoriales. El experimento fue realizado por el profesor de historia Ron Jones, en el marco de su estudio sobre la Alemania nazi con alumnos de secundaria a quienes convenció de que el movimiento eliminaría la democracia. Para ver esta película, doblada al español, solo haz clic aquí. Esto te llevará a nuestro Drive donde podrás descargarla.
Así estuvo la transmisión en vivo de este episodio a traves del canal Youtube de CICA Radio. Disfrutalo.